Microbiografía de adolfo payés

Pablo Picasso

Pablo Picasso

miércoles, 20 de mayo de 2020

sábado, 3 de octubre de 2015

Monochrome...

Últimos trabajos, oleo sobre lienzo de 140cm x100cm  aapayés

Naufragando soledades

Siento una brisa elocuente de amor que me acompaña, cada vez que suspiro tu ausencia, tus labios y tu cuerpo lleno de colores, pintando la soledad de mi poesía... aapayés


El brillo ausente de tus gestos...


Palabras al cielo...


Movimiento en el páramo del silencio...


Un grito en Catedral San Salvador..


Dale la mano al viento..


sábado, 20 de julio de 2013

Una tímida sonrisa dibujo mi rostro…


Este retrato tiene su pequeña historia como la mayoría de las pinturas y trabajos de – y en - mis creaciones, ésta en particular, sin embargo, tiene “un algo” muy especial que me marcó mucho desde entonces, como pintor.

Vivía para ese entonces en Otawa, Capital canadiense. Me visitó, una tarde, una profesora de inglés cuyo nombre es Mahoney, que, llena de vida vino a encargarme el retrato que a continuación comparto con todos ustedes.

El encargo era un retrato para ofrecer-lo como regalo sorpresa para el mes de diciembre que, por lo que supe luego era el aniversario de la abuela. Yo acepté con mucho agrado.

En esos días comencé por hacer unos bocetos primero pero, sin llegar a culminar el encargo al lienzo… pasaron, días y semanas, atrapado por un sinfín de trabajos que me hacían casi imposible dedicar mis energías en el trabajo del retrato al que me había comprometido.

La madrugada de un día miércoles de ese mismo mes, a finales casi… en pleno reposo y relajado en mi cama, perdiéndome en imágenes que llegaban a mi como futuros cuadros. La habitación y el silencio se hacían cómplices de mi mientras en la oscuridad no dejaban de invadirme suspiros uno de tras de otro, quizás la imposibilidad de atrapar tantas imágenes que me invadían en ese momento. Como una brisa fresca producto del cansancio seguía ahí en casi absoluto reposo, y, el retrato de la abuela, ese encargo al cual yo me había comprometido, volvió casi de la nada, como queriendo recuperar de la memorias, ese rostro tierno de la anciana…, de inmediato sentí esa inexplicable necesidad que sólo experimentan aquellos artistas, pintores, músicos, poetas etc. que está siendo atrapado por el placer interno de crear y en mi caso, pintar.

Me levanté y me puse a trabajar, sin mirar ni tiempo ni el espacio, sólo, eso sí, la complicidad íntima de mis colores, de mis pinceles; el caballete y el lienzo. Así y sin darme cuenta, sin tan siquiera sentir el paso del tiempo en mi cuerpo y mente, de día y de noche, y sin comer ni dormir, se fueron pasando los días. Llegó el sábado y fue por la madrugada, si mal no recuero, di con el pincel la última caricia al lienzo. Si, acababa de terminar el retrato de la abuela. Me senté, cansado pero sin apreciarlo en mi cuerpo, miré el cuadro…, miré una obra, la Obra y en ello estaba cuando no sé ni en qué momento los párpados hicieron de las suyas cayendo suavemente y cerrándose, sabían que las musas esas que habían invadido mi cuerpo y mente, se habían marchado justo en el último pincelazo que dieron mis manos en el retrato de la abuela.

No sé cuánto tiempo dormí, lo que sí sé que al despertar era el mediodía de un sábado del mes de septiembre de 1999. A las 13h del sábado, ¡toc, toc! La puerta, alguien toca la puerta, me desperté, y casi sin ponerme las sandalias fui a abrir el pestillo, y allí estaba la hija de la abuela del retrato, y que precisamente llegaba a pedir mi Obra del retrato de su madre. La conversación fue corta pero intensa… me decía que, la abuela, había fallecido esa madrugada del sábado en la que yo, quizás a la misma hora, di mi último pincelazo al retrato. Me había quedado con todos los detalles de la cara que, la tristeza invadió mi corazón porque de alguna manera, yo también era parte ya de aquella anciana. Dejé eso sí, la ternura y la calidez de una mujer que había llegado por medio de su hija quedarse de una manera fantástica en mi memoria. Y aquí está la foto de ese retrato al óleo.

Luego supe que, el cuadro había estado expuesto en el funeral, lo cual agradecí. La hija, me hizo saber lo bien de mi trabajo, y machaconamente diciéndome que su madre estaría contenta de ver el rostro de ella al óleo.

Me quedé en la sala, en el sofá, pensando en la abuela, en los contornos de su cara, las mejillas, los ojos, la mirada, el cabello… un retrato que debía entregar en Diciembre y que por extrañas circunstancias tuve que terminar tres meses antes de la entrega, una tímida sonrisa dibujo mi rostro… mirando fijamente en el vacío de la sala, el rostro de la anciana.
aapayès

jueves, 1 de marzo de 2012

Retrato de mi Padre,

Este retrato de mi padre, lo realice cuando tenía 17 años... Joaquín Aguilar Guzmán, Pintor y Escultor Salvadoreño.. 1902-1969.